Decir que la radiación electromagnética es inocua es igual de falso que decir que produce cáncer o hipersensibilidad electromagnética. Quien haya leído alguna de mis publicaciones anteriores, sabrá que la respuesta a la pregunta de si es peligrosa para la Salud, es “depende”. No voy a insistir más, porque aquí no estamos hablando de calentar la leche en el microondas o de radiación gamma usada en radioterapia. Hablamos de telefonía móvil o campos electromagnéticos de radiofrecuencia (CEM-RF) utilizados en telecomunicaciones, por lo que tenemos que acotar, primero, las frecuencias en torno a los MHz-GHz y, sobre todo y más importante, los niveles de exposición habituales. Dependiendo de estos dos factores, identificaremos los posibles efectos sobre la salud.
En entradas anteriores, he contado de forma breve la historia de la implantación de las diferentes tecnologías de telefonía móvil y, también, en qué consistirá y cómo funcionará la próxima generación 5G. Por tanto, estamos en disposición de preguntarnos: ¿moriremos de una vez por todas por culpa de los móviles como decían en los 90 o todavía no?
Una, de las diferencias, en cuanto a posibles efectos sobre la salud, de la telefonía 5G comparada con las tecnologías que ya utilizamos, es que, probablemente, la 5G utilizará radiaciones de frecuencias por encima de los 6 GHz (además de la banda de 700 MHz que obligará a desplazar, otra vez, frecuencias de la TDT). Así que, lo primero que nos hemos preguntado los científicos es: ¿cuál es la capacidad de penetración de la radiación en el cuerpo humano por encima de 6 GHz? ¿cambiará con respecto a las generaciones de telefonía anteriores? Para después preguntarnos: ¿qué efectos y a qué niveles se producen? Pues, para empezar, sabemos que por encima de 6 GHz (y hasta 100 GHz), la capacidad de penetración de la radiación se ve drásticamente limitada. Si a frecuencias típicas de la 3G (en torno a MHz) sabemos que su capacidad de penetración es de decímetros, a partir de 6 GHz, esa penetración decae rápidamente a menos de 1 cm y, por encima de 30 GHz, se reduce a escasos milímetros.
Imágenes tomadas de www.emf-portal.org
Por este motivo, el principal problema que se está reevaluando (porque ya se conocía), es el posible efecto de calentamiento de la piel (también de la córnea). En varias charlas y talleres en el congreso BIOEM2018, el más importante de este campo en el mundo, al que pude asistir el pasado mes de junio en Eslovenia, estos fueron varios de los temas tratados. A los niveles de referencia ICNIRP (la International Commission for non-ionizing radiation protection, de los que hablé en mi entrada anterior en el blog con motivo de su reciente actualización), el incremento de temperatura es de no más de 0,04 ºC a entre 1 y 100 GHz. Además, el área de calentamiento se reduce a medida que se incrementa la frecuencia, es como si el haz redujera su capacidad de acción. Al menos estos fueron los resultados que expuso Akimasa Hirata del Nagoya Institute of Technology de Japón en su charla “EMF exposure limits above 6 GHz” y similares a los de C.K. Chou, presidente del grupo TC95 del IEEE/CES de Estados Unidos, en su charla “EMF exposure of the skin at the mmW”, entre otros, en el taller “pre-conference” que tuvo lugar el domingo 24 de junio y al que atendí con gran interés.
Como he indicado en la entrada anterior en el blog, del pasado 12 de julio, la ICNIRP publicó su revisión de niveles de exposición máximos, también incluyendo las frecuencias que se utilizarán para la 5G, y en la que se ha evaluado la evidencia científica disponible. Han tenido en cuenta los efectos térmicos pero, ¿y otros efectos no térmicos que se observan en condiciones de laboratorio? Pues ICNIRP, no los considera porque a los niveles de exposición habituales, esos efectos no son reproducibles. Sí es cierto que se observan in vitro o en laboratorio, pero no en las condiciones y a los niveles habituales, por lo que no se tienen que tener en cuenta. Por ejemplo, imaginemos un fabricante de mantas térmicas. Para el diseño de sus mantas habrá determinado a partir de qué temperatura se pueden producir quemaduras en la piel y habrá limitado la temperatura máxima de funcionamiento para que sus mantas sean seguras. Si las mantas no van a superar, pongamos, los 40 ºC dejando un margen de seguridad amplio, no tendrá sentido que se prohíba su fabricación y comercialización porque el calor, por encima de 2000 ºC puede desintegrarnos… y así podríamos poner numerosos ejemplos, hasta con el agua que bebemos. Es la importancia de conocer la relación exposición/respuesta o dosis/respuesta cuando se evalúa cualquier posible efecto.
Por tanto, una vez más, tenemos identificados los efectos biológicos que se pueden producir (calentamiento de la piel) y a qué niveles se producen, si se limita la exposición humana (de antenas y de terminales) por debajo de esos niveles ICNIRP ya conocidos, podremos estar tranquilos. Y por todo ello, la queja que varias organizaciones, entre las que se incluye la Asociación Vallisoletana de Afectados por las Antenas de Telecomunicaciones (AVAATE) o Ecologistas en Acción, han presentado al Defensor del Pueblo contra el Plan Nacional 5G, no tiene sentido ni fundamento.