Las ondas electromagnética que emiten móviles, antenas y dispositivos inalámbricos llevan años alimentando temores sobre el cáncer. Seguro que lo has oído alguna vez y, seguramente, has pensado que si hubiera una relación clara, el número de cánceres de cerebro se habría disparado al tiempo que se disparaban los millones de usuarios.
Pero no son los únicos dispositivos que emiten estas radiaciones y que están cerca de nosotros casi a diario. Las emisoras de los servicios de emergencia, como policía, bomberos o protección civil, sus walkei talkies que usan durante horas, también los emiten. Esto ha generado, cómo no, cierto temor a sus posibles efectos sobre la salud.
Ahora, un gran estudio con casi 50.000 policías británicos que usaron estas emisoras a diario permite mirar esta preocupación con más datos y, spoiler, menos miedo.
Las radios de la policía también emiten estas ondas
En muchos países europeos, la policía y otros servicios de emergencia utilizan un sistema digital de comunicaciones llamado TETRA. Visto desde fuera, parece un “walkie-talkie” moderno: un terminal que se lleva en el chaleco o en el cinturón, con una antena que se acerca a la cabeza o al cuello cuando el agente pulsa para hablar. Cada vez que lo hace, el equipo emite campos electromagnéticos de radiofrecuencia.
Esto ha suscitado preguntas muy concretas: si los agentes se pasan años, incluso décadas, trabajando con estos dispositivos pegados al cuerpo, ¿puede aumentar su riesgo de cáncer, en especial de tumores en la cabeza o el cerebro? Para responder con algo más que opiniones hacía falta un estudio grande, bien diseñado y con datos reales de uso, no solo recuerdos aproximados.
Un seguimiento de casi 50.000 policías durante once años
Ese estudio existe y acaba de publicarse en la revista International Journal of Cancer. Lo firman Chiara Di Gravio y colegas del Imperial College London, a partir de la cohorte Airwave, creada precisamente para vigilar la salud de las fuerzas policiales británicas que utilizan TETRA.
Entre 2004 y 2015 reclutaron a 53.245 participantes de cuerpos policiales de toda Gran Bretaña. Para el análisis actual se centraron en 48.547 personas sin diagnóstico previo de cáncer, de las cuales dos tercios eran usuarios habituales de radio. La mayoría eran hombres, de mediana edad y en activo cuando entraron en el estudio.
La gran ventaja de Airwave es que no se basa solo en lo que cada uno recuerda. Los investigadores combinan varios tipos de información. Por un lado, los participantes contestaron cuestionarios detallados sobre el uso de la radio y del teléfono móvil, su salud, su estilo de vida, su rango y su salario. Por otro, el Ministerio del Interior británico proporcionó los registros objetivos de uso de las radios: hora de inicio y fin de cada llamada, durante meses o años, para decenas de miles de agentes.
Con todo eso, el equipo pudo estimar cuántos minutos al mes hablaba realmente cada persona por su radio y cuánto tiempo llevaba usándola. Después, esa información se cruzó con los registros nacionales de cáncer y de mortalidad para saber quién desarrolló qué tipo de tumor y en qué momento. El seguimiento medio fue de 11 años y, en ese periodo, se diagnosticaron 1.502 cánceres en total, de los cuales 146 afectaban a cabeza, cuello o sistema nervioso central, las zonas más expuestas cuando se usa la radio.
Qué dijo el estudio sobre cáncer y radios policiales
La pregunta clave era sencilla: ¿quiénes usaron radios TETRA tuvieron más cáncer que quienes no las usaron? Y, si las usan más tiempo, ¿aumentó el riesgo?
Para responderla, los autores utilizaron modelos estadísticos de supervivencia que permiten estimar el riesgo teniendo en cuenta la edad, el sexo, el índice de masa corporal, el tabaco, el consumo de alcohol, el nivel educativo, el salario o el rango dentro del cuerpo. Es decir, comparan a personas similares entre sí salvo en su grado de exposición a la radio.
El resultado general fue claro: los usuarios de radio no tenían un riesgo mayor de cáncer que los no usuarios. El riesgo relativo para “cualquier cáncer” entre usuarios frente a no usuarios fue muy cercano a 1, es decir, sin diferencias relevantes. Lo mismo ocurrió cuando se miró solo a los cánceres de cabeza, cuello y sistema nervioso central, o cuando se analizaron por separado los tumores cerebrales y meníngeos.
Tampoco apareció un patrón preocupante al mirar la intensidad de uso. Doblar los minutos mensuales de llamadas por radio no se asoció a un aumento significativo del riesgo de cáncer total ni de cánceres de cabeza y cuello. Incluso entre los agentes situados en el percentil más alto de uso —los que hablaban al mes más de diez veces la mediana— no se detectó un incremento claro. El análisis se repitió restringiéndolo únicamente a policías (policías de calle no aquellos que desarrollan una actividad administrativa) y los resultados siguieron la misma línea.
Además, el estudio aprovechó los datos disponibles sobre uso de móviles personales. Si hubiera un efecto combinado de móvil y radio, podría aparecer un patrón en ese análisis. Pero tampoco allí se observó un aumento del riesgo de cáncer asociado a hablar más por el teléfono personal, lo que coincide con otras grandes cohortes sobre móviles y tumores cerebrales.
Qué margen de incertidumbre queda
En ciencia rara vez se habla de “riesgo cero”, y este estudio no es una excepción. Aunque el número total de cánceres es elevado, los tumores concretos de cerebro o de determinadas zonas de la cabeza siguen siendo poco frecuentes, incluso en cohortes grandes. Eso hace que los intervalos de confianza de algunas estimaciones sean amplios y admitan, estadísticamente, desde un pequeño aumento hasta una ligera disminución del riesgo.
Los autores lo explican con claridad: no han encontrado señales de que el uso de radios TETRA aumente el riesgo de cáncer, pero los datos no bastan para descartar de manera tajante un posible efecto muy pequeño. Pero es que en Ciencia, esto es sumamente difícil, porque queremos tener la mayor certeza y poder hacer predicciones con el menor error posible. Esto, aunque parezca fácil, es sumamente complicado porque una mayor certeza, va acompañada de un mayor error. Los científicos somos así de raros, pero eso es lo que garantiza que lo que decimos, se aproxima más a la verdad que una mera especulación u observación casual. Lo que sí permitieron los datos fue descartar, con bastante tranquilidad, riesgos grandes o moderados, que hubieran aparecido de forma clara en un seguimiento tan largo y con una exposición tan bien medida.
Lo que significa para los agentes… y para el resto de la población
Para los policías y el personal que trabaja con ellos, el mensaje principal es tranquilizador. A la luz de los mejores datos disponibles hasta ahora, usar radios TETRA como parte del trabajo no se asocia a un mayor riesgo de cáncer. No hay motivos, desde el punto de vista de la evidencia actual, para pensar que estos dispositivos estén provocando una epidemia silenciosa de tumores entre las fuerzas de seguridad.
Para el resto de la población, este estudio se suma a un cuerpo de evidencia que, cada vez con más solidez, apunta en la misma dirección: a los niveles de exposición habituales, los campos de radiofrecuencia de móviles, antenas o equipos profesionales no parecen representar un riesgo relevante para la salud, tampoco de cáncer. Esto no significa dejar de investigar ni renunciar a mejorar las evaluaciones de exposición, pero sí ayuda a colocar el debate en su contexto.
En un mundo saturado de información y desinformación sobre “radiaciones”, no es extraño que muchas personas sigan preocupadas. La buena noticia es que, gracias a trabajos como este, esa preocupación ya no tiene que basarse solo en sospechas o rumores, sino que puede confrontarse con datos sólidos, obtenidos durante años de seguimiento y con herramientas epidemiológicas rigurosas.
Mirar a las ondas con menos miedo y más datos
La historia de las radiaciones no ionizantes es, en buena medida, la historia de cómo la percepción de riesgo va por delante —o por detrás— de la evidencia. Cada nuevo despliegue de antenas, cada sigla tecnológica, reaviva los temores. Lo razonable no es descalificar esas inquietudes, sino someterlas a prueba con estudios bien diseñados.
Este trabajo con casi 50.000 policías británicos es un paso importante en esa dirección. No cierra el capítulo para siempre, pero sí marca un punto de referencia: tras más de una década de uso de radios TETRA, no se observa un aumento del riesgo de cáncer en quienes las utilizan a diario. A partir de aquí, el reto no es solo seguir investigando, sino también comunicar estos resultados de forma clara, para que la conversación social sobre las “radiaciones” se apoye menos en el miedo y más en la evidencia.