Hace tiempo que se plantea la hipótesis de que los campos electromagnéticos de radiofrecuencia (CEM-RF) podrían inducir estrés oxidativo en distintos tipos celulares; un proceso relacionado con diversas enfermedades. Este mecanismo podría ser el causante de esos posibles efectos sobre la salud de las radiofrecuencias, desde la hipersensibilidad electromagnética al cáncer.
Una nueva revisión sistemática comisionada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) aborda esta cuestión, evaluando la relación entre la exposición a CEM-RF y biomarcadores de estrés oxidativo.
¿Qué es el estrés oxidativo?
El estrés oxidativo es un desequilibrio que ocurre en nuestras células en, por ejemplo, procesos normales del metabolismo (por ejemplo, al convertir alimentos en energía), cuando estamos expuestos a contaminantes ambientales, radiación ultravioleta, humo de tabaco o incluso durante respuestas inflamatorias en el cuerpo. Fruto de ese desequilibrio, se produce un exceso de sustancias llamadas especies reactivas de oxígeno o radicales libres y el cuerpo no puede neutralizarlas lo suficientemente rápido. Estas especies reactivas son moléculas inestables que pueden dañar el ADN, las proteínas y los lípidos de las células. Imagina que las especies reactivas son como “chispas” que, si no se controlan, pueden causar “incendios” en nuestras células. Para combatirlas, el cuerpo utiliza antioxidantes, que son como “extintores” naturales. Sin embargo, cuando hay más “chispas” que “extintores”, se produce el estrés oxidativo, un estado que puede contribuir al desarrollo de enfermedades como el cáncer, problemas cardiovasculares (aterosclerosis, hipertensión) y trastornos neurodegenerativos (Alzheimer, Parkinson). No obstante, su papel exacto no siempre es directo, sino que puede ser uno de varios factores contribuyentes.
Biomarcadores
Los biomarcadores de estrés oxidativo son indicadores medibles que reflejan el grado de daño celular causado por esas especies reactivas de oxígeno. Estos biomarcadores son importantes porque nos permiten evaluar y cuantificar el impacto del estrés oxidativo en el organismo de forma objetiva, sirviendo como herramientas clave para comprender los posibles efectos de la exposición a CEM-RF en la salud.
Muchos estudios científicos que…
Son muchos los estudios que se han publicado en los últimos años, tanto estudios in vitro como in vivo sobre este tema. Los estudios in vitro se realizan en entornos muy controlados, como en cultivos celulares, lo que permite analizar efectos específicos a nivel celular o molecular, pero no siempre reflejan cómo ocurrirían estos procesos en un organismo completo. Es más, en términos de fortaleza científica, su evidencia suele ser menos consistente o generalizable. A pesar de ello, seguro que estás harto/harta de escuchar la típica noticia en medios de comunicación de “un estudio en células de laboratorio muestra una nueva alternativa de cura del cáncer” y sí, puede ser un hallazgo importante, pero hay que contextualizarlo bien para no generar falsas expectativas. Podría ser, además, un hallazgo casual.
Por otro lado, los estudios in vivo, también muy controlados, se llevan a cabo en organismos vivos, como animales de laboratorio, y aunque ofrecen una perspectiva más amplia sobre los efectos de una exposición, pueden estar sujetos a factores biológicos complejos que dificulten interpretar resultados causales. Aunque tienen mayor fortaleza científica, las condiciones extremadamente controladas del laboratorio, impiden que su generalización no sea fácil. Adaptemos el anterior titular de medios de comunicación a “un estudio en ratas de laboratorio muestra una nueva alternativa de cura del cáncer”, de nuevo, debemos tomarlo con mucha cautela.
Y si son cientos de estudios publicados, en condiciones diferentes, con animales o muestras diferentes ¿no podemos tener una repuesta al problema en cuestión? Pues no, porque en muchos casos, estos estudios muestras resultados diferentes. Entonces, ¿cómo podemos entender toda esta ingente cantidad de información y llegar a alguna conclusión? Pues bien, para sintetizar todos estos datos y reducir la posibilidad de interpretaciones erróneas debido a resultados aislados, casuales o no reproducibles, lo que hacen los científicos es buscar todos esos estudios, revisarlos en detalle en lo que se denomina revisión sistemática.
Una revisión sistemática, ¿qué es eso?
En ciencia, como he indicado, no todos los estudios son iguales o tienen la misma fortaleza: algunos pueden estar bien diseñados y controlados, mientras que otros podrían presentar resultados casuales debido a limitaciones en su metodología o pequeño tamaño muestral. Así, estudios del tipo “cohortes” o “casos y controles” en humanos, serán más relevantes a la hora de estudiar efectos de un determinado agente sobre la salud. Aun así, tendremos limitaciones y podremos alcanzar resultados que pueden ser, incluso, contradictorios o irreproducibles. Por todo ello, los científicos recurrimos a las revisiones sistemáticas. Son estudios exhaustivos de otros estudios, en los que se recopilan analiza y sintetiza toda la evidencia disponible sobre una pregunta concreta. Estas revisiones, al combinar los resultados de muchos estudios, buscan reducir el impacto de estas limitaciones y ofrecer una visión más clara y confiable.
Pero no basta con buscar estudios en diferentes bases de datos como Web of Science o PubMed y esperar a ver qué sale, sino que debemos seguir protocolos específicos, con criterios de inclusión y exclusión claros que permitan la objetividad y reproducibilidad de nuestro estudio. Voy por partes. Cuando hacemos una revisión, hay que decidir qué estudios entran y qué estudios se quedan fuera. Para ello, debo establecer unos criterios claros, objetivos y reproducibles. Un criterio puede ser el idioma, si la revista es de alto impacto o el tipo de estudio, también, un rango de fechas de publicación, siempre de una temática y condiciones específicas. Puedo decidir dejar fuera estudios con un tamaño de muestra reducido, por ejemplo. Estos criterios, que deben incluirse de forma completa y clara en la metodología de la revisión, permiten que el estudio sea reproducible por cualquier otro investigador o investigadora, evitando, además, los posibles sesgos de selección o “cherry picking” que tanto gustan a los antiantenas.
Existen protocolos específicos para el desarrollo de estos estudios, como el protocolo PRISMA para revisiones sistemáticas o MOOSE para metaanálisis (otro tipo de estudios que no veremos hoy). Además de estos protocolos, algunas revistas exigen el registro previo en PROSPERO. PROSPERO es una base de datos internacional que asegura la transparencia de los protocolos de revisiones y permite, además, consultar qué revisiones se están realizando en el mundo para evitar duplicidades. Otro aspecto importante a tener en cuenta es cómo decidimos si un estudio es relevante o no. Para ello, los científicos disponemos de herramientas que permiten caracterizar o evaluar los diferentes estudios incluidos en la revisión. Una de las más reconocidas es GRADE, que permite clasificar la certeza de la evidencia considerando factores como calidad, consistencia y posibles sesgos, ayudando a los investigadores a interpretar los hallazgos con mayor confianza. De esta manera, un estudio de certeza débil tendrá menos relevancia que un estudio más amplio, más consistente y menos sesgado, a la hora de enunciar conclusiones.
Una revisión con 56 estudios incluidos
Pues bien, una nueva revisión sistemática (Meyer et al., 2024. The effects of radiofrequency electromagnetic field exposure on biomarkers of oxidative stress in vivo and in vitro: A systematic review of experimental studies. Environment International. 194, 108940), que se une a otras recientes comisionadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha analizado la posible relación entre la exposición a CEM-RF y biomarcadores de estrés oxidativo. Esta revisión es particularmente relevante porque ha incluido 56 estudios in vitro e in vivo, proporcionando una visión más amplia y confiable sobre los posibles efectos de campos electromagnéticos de móviles, wifi o antenas en la salud.
Los trabajos se recopilaron de bases como PubMed, Embase, Web of Science, Scopus y EMF-Portal. De los 27.845 estudios identificados inicialmente, tras eliminar duplicados (15,4036 al buscar en varias bases de datos, muchos estudios están indexados en todas ellas), se eliminaron 11.512 tras la lectura del título y el resumen, por no dar respuesta a la pregunta problema. Así, se analizaron 897 estudios de los que, por diferentes motivos (no haber sido revisados por pares, sin datos de exposición, por no tener grupo control, etc.), finalmente se incluyeron 56 estudios: 45 lo eran in vivo y 11 in vitro. La selección de los estudios se realizó de forma independiente por 5 investigadores diferentes. Como ves, todas estas estrategias están pensadas para evitar sesgos de selección y garantizar contar con la mejor evidencia.
Los biomarcadores analizados incluyeron: proteínas modificadas, aminoácidos oxidados, bases de ADN oxidadas, lípidos oxidados, producción de peróxido de hidrógeno. Los estudios abarcaron una amplia variedad de tejidos, como cerebro, hígado, sangre, testículos y timo, tanto en humanos como en animales.
Los resultados de los posibles efectos de los CEM-RF sobre estos biomarcadores fueron inconsistentes en los estudios in vivo. Por ejemplo, en el cerebro de roedores, los resultados variaron desde grandes incrementos hasta disminuciones significativas en el ADN oxidado y las proteínas modificadas. Resultados similares se observaron en el hígado, sangre y gónadas. Por otro lado, los estudios in vitro también reportaron resultados contradictorios en células humanas y de roedores, con algunos incrementos significativos en ADN oxidado y proteínas modificadas.
Entonces, ¿qué? Limitaciones de la evidencia
La certeza de la evidencia fue calificada como muy baja debido a la alta heterogeneidad entre estudios, sesgos en la medición de la exposición y los biomarcadores, y la falta de controles ciegos en muchos experimentos. Por ello, a la vista de estos resultados inconsistentes y de una evidencia de muy baja certeza, el estudio concluye que no se puede establecer una relación clara entre la exposición a CEM-RF y el estrés oxidativo debido a las limitaciones metodológicas y la alta heterogeneidad entre los estudios analizados.
En este sentido, aunque la ausencia de evidencia concluyente no implica necesariamente la ausencia de un posible efecto, podríamos afirmar que, de existir dicho efecto, esa posible asociación parece ser poco clara o improbable con los datos actuales.