Hace unas semanas, me enviaron una “noticia” que me dejó alucinado. Resulta que Ecologistas en Acción, una organización que se supone defiende el medio ambiente y la salud, publicó un artículo en el que alertaba de la “importante contaminación electromagnética” en las instalaciones de Metro Madrid. Según ellos, habían realizado unas mediciones con un aparato que revelaba niveles de exposición a ondas electromagnéticas que superaban los límites recomendados por el Consejo de Europa (Resolución 1815/2011). Todo muy grave y alarmista, porque según ellos, estas ondas pueden provocar todo tipo de enfermedades, desde cáncer hasta alergias, pasando por estrés, insomnio, infertilidad y hasta la muerte.
Veamos qué hicieron, qué dicen y si tenemos que salir corriendo del metro o ponernos un gorro de aluminio.
El aparato que no mide nada
Lo primero que hay que analizar es el aparato que han utilizado para medir las radiaciones electromagnéticas en el metro: una auténtica basura. Como se puede observar en la imagen que ellos mismos comparten en la “noticia”, se trata del BR-9A (aunque recibe diferentes nombres) y del que ya hablé largo y tendido en esta otra publicación. Se trata de un “medidor”, o mejor deberíamos decir una “caja azul con pantalla y luces”, que se puede comprar por unos 20 euros en Aliexpress, y que no sirve para mucho. Este aparato, supuestamente, mide radiación desde 50 MHz a 5 GHz, es decir, que supuestamente mide todo lo que se le ponga por delante dentro de esas bandas, sin discriminar entre las diferentes fuentes de radiación (siempre “supuestamente” porque no está certificado o calibrado) ya que englobaría desde radio FM a radiación de móviles o Wi-Fi. Pero claro, no es lo mismo la wifi, que el bluetooth, que el móvil, que el microondas, que la radio, que la televisión. Cada una de estas fuentes utiliza frecuencias diferentes y una medida de banda ancha proporcionará un valor global o suma, sin saber la contribución de cada una a la medida.
Como decía, este aparato no está ni homologado, ni certificado, ni calibrado. No sólo no sabemos la contribución de cada banda o la fuente que se está detectando sino que tampoco sabemos si lo que mide se corresponde con la realidad; podría incluso estar dando valores falsos o aleatorios. No parece muy serio ni responsable lanzar todas las alarmas sobre los posibles valores extremadamente altos y peligrosos en el metro de Madrid, si has usado para medir una escopeta de feria: menudo ridículo de Ecologistas, menudo bochorno.
Atendiendo a la imagen, parece que no han utilizado un protocolo ni metodología de medida que garantice la fiabilidad de las mediciones. Suponiendo, claro, que hubieran usado un equipo adecuado, que tampoco es el caso. Por ejemplo, en la foto que acompaña al artículo, se ve a un señor que sostiene el aparato en la mano. Esto es un error garrafal, porque al hacer eso, se está interfiriendo en la señal, y se está alterando la medición. Lo correcto sería colocar el aparato sobre un trípode, a una distancia adecuada de la fuente de radiación, y dejarlo un tiempo suficiente para que se estabilice, detecte las fluctuaciones en el tiempo y ofrecer valores medios, mínimos, máximos, mediana, percentiles, etc.
En resumen, tanto el aparato como la metodología que han utilizado para medir las radiaciones electromagnéticas en el metro son, sin paliativos, una mierda y, por tanto, no se puede confiar en sus resultados. ¿Te imaginas que para realizar la medida de la temperatura de un paciente en un hospital, se recurriera a tocar con la mano para establecer si tiene fiebre o no? ¿Sería adecuado que en los aeropuertos se utilizaran relojes de arena para macar los horarios? ¿Y si midiéramos la distancia de Madrid a Albacete con la regla de 45 cm de plástico transparente del colegio de mis hijos? ¿Y si la Guardia Civil de Tráfico sustituyera los radares de velocidad por el sargento Cañete que tiene muy buen ojo y que fuera él quien, con su increíble habilidad de detección, indicara, a ojo, si se está cometiendo una infracción? Las medidas se deben realizar correctamente, los aparatos deben estar certificados y calibrados. Si no, se hace el ridículo. Sólo la calibración de los equipos de medición de radiaciones que usamos nosotros cuesta unos 2.500€, discriminan las bandas de frecuencia, valen entre 7.000 y 150.000 euros. En la siguiente imagen puedes ver el set de medición que montamos para realizar nuestras medidas: un exposímetro personal MVG Evolution, un Narda SRM-3006 y un analizador con antena y software valorado en más de 150.000€ conectado a un portátil, así como un móvil 5G captando y generando tráfico en condiciones reales, puestos a unas distancias concretas, con duraciones de medidas concretas y en posiciones previamente seleccionadas, alejándonos del set para no interferir en el proceso.
Niveles “de seguridad” que no tienen base científica
Lo segundo que hay que decir es que los niveles de exposición, que Ecologistas usa como referencia, no tienen ninguna base científica. Se basan en la resolución 1815 del Consejo de Europa (cuidado, no confundir ni con Comisión Europea ni con Unión Europea), que supuestamente establece unos límites máximos de exposición a ondas electromagnéticas para proteger la salud humana. Pero resulta que esta resolución no es una normativa legal, sino una recomendación política, que fue impulsada por un grupo de “científicos” con vínculos con los movimientos que se oponen a las antenas y las redes móviles. Estos “científicos” no tienen ninguna credibilidad científica y, en muchas ocasiones, sus estudios no han sido publicados ni revisados por la comunidad científica. Además, sus premisas contradicen la evidencia científica más sólida y fuerte que existe sobre el tema.
Esta evidencia científica seria y rigurosa sí ha sido recogida y revisada por organismos oficiales y científicos, como la Comisión Internacional para la Protección ante la Radiación No Ionizante (ICNIRP), el Comité Científico de Riesgos Sanitarios, Medioambientales y Emergentes (SCHEER) de la Unión Europea, la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS). En el caso de ICNIRP, establece unos niveles máximos de exposición a campos electromagnéticos no ionizantes (no sólo radiofrecuencias, también infrarrojos, ultravioletas o visible) basados en estudios científicos rigurosos y contrastados, y aplicando un factor de protección de entre 20 y 50 dependiendo de la frecuencia. Es decir, que si se determina que el nivel de exposición al que se está seguro es 50, se pone el límite 50 veces menor, es decir, a 1. Así se garantiza que se respeta el principio de precaución, y que se deja un margen de seguridad suficientemente grande para que no haya ningún riesgo para la salud.
Como he indicado, los niveles máximos de exposición varían según la frecuencia y se puede expresar en diferentes unidades, dependiendo de qué variable estemos midiendo. Por ejemplo, si medimos densidad de potencia, se suele expresar en microvatios por centímetro cuadrado (o en vatios por metro cuadrado pero que es una unidad muy grande comparada con los valores reales que solemos detectar, por eso usamos la millonésima parte de un vatio, el microvatio). Esta es la unidad adecuada para medir la cantidad de energía que se transmite por unidad de superficie y de tiempo en condiciones normales. Sin embargo, Ecologistas en Acción, en la tabla de medidas que publica, utiliza otra unidad: el microvatio por METRO cuadrado. ¿Cuál es la diferencia? Pues que esta unidad expresa esa densidad de potencia por metro cuadrado, no por centímetro cuadrado (en un metro cuadrado hay 10.000 centímetros cuadrados, por lo que estaremos multiplicando la cantidad por ese factor) y, por tanto, hace que los valores parezcan más altos de lo que son. Yo puedo repartir una tarta entre 10 personas y hacer 10 trozos, o hacer 100 trozos y darle 10 pedazos más pequeños cada uno. Al final, daré la misma cantidad de tarta aunque en el segundo caso, en el que les estaré dando 10 pedazos a cada uno, puedo intentar engañarles y decirles que tendrán más porque les estoy dando 10 pedazos en vez de 1. Al final es la misma cantidad de tarta.
Y ahora viene lo bueno. Los valores que proporcionan en la tabla tampoco tienen demasiado sentido. Estos varían entre los 4.000 y los 63.000 microvatios por metro cuadrado. ¿No te llama la atención una cosa? Un medidor que supuestamente mide con tres decimales y por centímetro cuadrado, proporciona valores exactos en miles de microvatios por metro cuadrado? Me da la impresión, llamadme loco, de que no han interpretado bien el “.” de la pantalla del “medidor”, ya que no indica unidades de millar, sino que es el símbolo decimal que generalmente se usa en estos aparatos de acuerdo a la notación internacional Así, un valor de 24.387 no serían veinticuatro mil trescientos ochenta y siete sino veinticuatro coma trescientos ochenta y siete. Tengo mis dudas.
¿Y cuáles son los valores que “ha medido” Ecologistas en Acción en el metro? Todos están por debajo de los límites legales, y por tanto, dentro de lo que se considera seguro. El máximo valor que reporta Ecologistas es de 63.000 microvatios por metro cuadrado, lo que por cierto equivale a 6,3 microvatios por centrímetro cuadrado y, suponiendo que la interpretación de la notación de la medida fue correcta como “miles” y no como “63 coma algo”, equivaldría al 0,63 % del valor máximo permitido ICNIRP. No parece mucho, ¿verdad? No llega ni al 1% del valor máximo permitido. Así que todo el artículo es un auténtico despropósito, porque no sólo miden con un aparato de risa, sino que utilizan como referencia unos niveles que no tienen ninguna justificación científica y que, además, los niveles registrados no suponen ningún riesgo según la ciencia.
Todo un despropósito pseudocientífico
No acaba aquí. Las referencias que aportan en el artículo no son fiables ni científicas. Se basan en páginas web, informes y declaraciones de grupos y personas que tienen intereses económicos y políticos en el negocio del miedo a las radiaciones. Por ejemplo, citan a Escuelas sin Wi-Fi (perteneciente a un grupo muy cuestionado que se caracteriza por un entramado complejo de fundaciones), un movimiento que promueve la retirada de las redes inalámbricas de los centros educativos, basándose en argumentos pseudocientíficos y alarmistas, y sin tener en cuenta la evidencia científica que demuestra que el wifi no supone ningún riesgo para la salud de los niños. También citan a la Comisión Internacional para los Efectos Biológicos de la Radiación No Ionizante, que se presenta como una autoridad en el tema, pero que no está reconocida por ningún organismo oficial ni científico y cuyos miembros han mostrado conflicto de interés y falta de rigor en sus afirmaciones. Me preocupa y mucho el medio ambiente, pero ¿podemos fiarnos del resto de alarmas que lanza Ecologistas si sus fuentes son así de absurdas? Me temo que el ecologismo hace años que abandonó a la Ecología y a la Ciencia y se preocupa más por el impacto mediático y su economía que por el planeta. Una pena.
Pero no nos olvidemos del resto de firmantes del informe. Aquí no hace el ridículo sólo Ecologistas. Demos un aplauso a la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid que se une a la Coordinadora Madrileña por una Moratoria del 5G formada “por organizaciones de personas afectadas por síndromes ambientales y de sensibilización central (EQSDS, SFC-SQM Madrid)” que, por cierto, se trata de personas que dicen sufrir hipersensibilidad electromagnética, una condición que no está reconocida por la comunidad médica ni científica, y que se basa en síntomas subjetivos y no comprobables. Nada más que añadir, señoría.
Hagamos el ridículo
En definitiva, Ecologistas en Acción vuelve a hacer el ridículo. Ya no sólo por su posición sobre la contaminación electromagnética sino por el esperpento de las medidas realizadas en el metro de Madrid. Esta alarma infundada es una tomadura de pelo. No se basa en ninguna evidencia científica, sino en mediciones falsas, niveles arbitrarios y referencias dudosas. No tiene ningún fundamento ni sentido, y solo pretende asustar a la gente generando miedo hacia las antenas y las redes móviles, que son tecnologías que nos facilitan la vida y que no suponen, aunque ellos CREAN lo contrario, ningún riesgo para la salud.
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