Es lo que tienen los cuñaos, con todo el cariño y sin ánimo de ofender a nadie, que cuando cogen un tema y la cagan, prefieren seguir adelante y aburrir al personal antes que reconocer que, o bien no estaban bien informados, o bien se han equivocado.
Y esto es justo lo que ha hecho Vicenç Navarro a raíz de las críticas que ha recibido su artículo de opinión publicado el pasado 17 de mayo bajo un título conspiranoico al más puro estilo ikerjimeneziano, impropio de un profesor universitario: “Lo que se está ocultando a los usuarios de los móviles: su salud puede peligrar“. Yo mismo le di una respuesta en este blog (“Cuñadeando con el miedo a los móviles“) en la que intenté hacer ver que las referencias utilizadas, las generalizaciones realizadas y el mensaje lanzado, no eran adecuados. Pero ha sido la respuesta de Alvaro Bañón Medrano (ABM para los cuñaos o @VaryIngweion para los tuiteros), primero a través de Naukas y después, tras el contacto del propio redactor de Público, en ese mismo diario “Compromiso con la verdad. Respuesta a Vicenç Navarro sobre el peligro de los móviles“, la que ha despertado al Don Erre que Erre que lleva dentro el profesor Navarro. Un hilo interesante es el de Pablo Barrecheguren (PB para los cuñaos, @pjbarrecheguren para los tuiteros)
Ante la respuesta de ABM, Vicenç ha vuelto a cuñadear, pero como indico en el título, ahora “nivel cena de Navidad”, momento álgido de cualquier cuñao que se precie y donde da igual el mal que se haga, todo acabará mal, o peor. Con el título “Respuesta al dogma conservador que afirma que los móviles nunca pueden ser un riesgo a la salud” hace un infumable alegato basado en una falacia tras otra, de autoridad, del consecuente, ad hominem, etc. que podríamos titular “manual práctico de la falacia para cuñaos”, como bien ha dejado claro Álvaro, perdón ABM, en su nueva respuesta en la web de ARP-SAPC: “El dogma de la Autoridad™“, en un ejercicio de paciencia infinita.
Esta es la, resumida, introducción para entender cómo hemos llegado hasta aquí. En mi caso he sido casi un espectador colateral y, aunque la publicación de mi respuesta ha generado el mayor número de visitas al blog desde su lanzamiento, no responderé frase a frase al ladrillo falaz del profesor Navarro, pues ya lo ha hecho Alvaro perfectamente. No hablaré de las falacias, insultos o justificaciones de autoridad. Hablaré de Ciencia, en un campo al que llevo dedicado los últimos 10 años. Y me centraré, por resumir, en varias de las afirmaciones de Vicenç Navarro que puedo intentar rebatir con evidencias científicas; realmente con Física básica. Me centraré en las siguientes, esperando que el efecto de descontextualizarlas no erosione lo que pretendo transmitir:
1.- “En Ciencia no hay dogmas o verdades. Sólo hay evidencias”.
2.- “Ni qué decir tiene que el hecho que se pueda producir en animales no significa que se dé también en seres humanos. Pero la realidad es que ya tenemos evidencia de que sí puede haber en la utilización de los móviles un riesgo para la salud”.
3.- “La evidencia científica está mostrando de una manera creciente que hay riesgos en su utilización que deben reducirse o eliminarse”.
Además de estas afirmaciones, añado el título de la primera publicación “Lo que se está ocultando a los usuarios de los móviles: su salud puede peligrar” y el contenido del artículo original de The Nation, porque intentaré demostrar que, con estas 4 frases, si añadimos la evidencia y el consenso científico actual, llegaremos a una contradicción.
La primera frase está clara, es correcta y tiene poca discusión ¿o no? En Ciencia no hay dogmas sino evidencias. Esas evidencias se utilizan para llegar a consensos científicos, en sociedades científicas y por expertos de los diferentes campos involucrados. Aunque sin olvidar que uno de los pilares de la Ciencia es la provisionalidad. Todo es provisional, pues si una evidencia contradice el consenso establecido, éste será reconsiderado. Como miembro de las dos sociedades científicas internacionales de este ámbito, y no lo uso como argumento de autoridad sino para indicar que más o menos podría estar enterado de lo que digo, tanto en el seno de The Bioelectromagnetics Society (BEMS, organización independiente de biólogos, físicos, médicos e ingenieros interesados en el estudio de las interacciones de campos electromagnéticos, CEM, con sistemas biológicos) como de la European Bioelectromagnetics Association (EBEA, cuyo objetivo principal es el desarrollo del bioelectromagnetismo en Europa), el consenso actual indica que “a los niveles de exposición actuales, la radiación electromagnética de radiofrecuencia proveniente de antenas y telefonía móvil, es sumamente improbable pensar en un efecto adverso sobre la salud humana“. Por tanto, no se trata de un dogma conservador, sino de la conclusión a la que se ha llegado, en estos momentos, en las principales sociedades científicas del campo. ¿Y por qué pensamos así? Pues cada año, nos reunimos en un congreso internacional en el que se exponen y se analizan las últimas evidencias al respecto y, si bien en condiciones de laboratorio y a niveles elevados, muy superiores a los habituales, existe evidencia de que los campos electromagnéticos de radiofrecuencia tienen un efecto sobre los organismos vivos (no meter bajo ningún concepto un ratón vivo en un microondas), como decía, a los niveles habituales, estos efectos no se han observado de forma concluyente. En el próximo congreso conjunto de BEMS y de EBEA, que tendrá lugar del 24 al 29 de junio en Portoroz (Eslovenia), BIOEM2018, del cual he sido miembro del comité científico y en el que presentaré tres comunicaciones, habrá varios talleres sumamente interesantes: exposición a CEM de radiofrecuencia 5G, plenaria de ICNIRP (agencia internacional encargada de establecer los límites de exposición), cáncer y CEM y otro que me resulta especialmente interesante: “Transfering Evidence”, sobre cómo comunicar las evidencias científicas sobre este tema a la sociedad (me encantaría poder invitar a Vicenç a este taller el martes 26 a partir de las 16:30, pero debido a los recortes tanto el viaje, como el alojamiento y manutención, como la inscripción de 700€ corren de mi cuenta). Debo ser el único gilipollas que se dedica a esto que no estoy subvencionado por los poderes económicos… y ya puestos, la BEMS y la EBEA son unos cabrones por cobrarnos 700€ de inscripción cuando el lobbie de las telecomunicaciones les pagan todo lo pagable, comprando desde la independencia científica, a la ética. Por tanto, a día de hoy y salvo cambios en los próximos 15 días, no el dogma, sino el consenso científico más amplio en el seno de las dos sociedades científicas del campo apunta a que podemos estar tranquilos. Si en el congreso BIOEM2018 se llega a otra cosa, no dudes que, como científico no dogmático y poco conservador, transmitiré la alarma generalizada, si fuera necesario, porque ¡¡¡somos científicos, ppppprrrrrrrrrrrrrriiiiiiiiiiiioooo!!!*.
La segunda frase es una contradicción en sí misma o una falacia del consecuente, pues si bien puedo dejarte ciego con un foco extremadamente potente, no quiere decir que la luz tenue de una vela sea peligrosa para la salud. Y si bien el efecto se ha descrito en animales, no quiere decir que este efecto sea trasladable a humanos. Entonces ¿por qué esa realidad evidente de efecto sobre la salud? ¿En qué quedamos? El hecho de que podamos cocer un ratón en un microondas (no hacer bajo ningún concepto) no quiere decir que los móviles vayan a matarnos a todos, pues estamos hablando de intensidades diferentes. Debo insistir en este concepto de Física básica muy sencillo: intensidad. La exposición que alcanzaríamos dentro de un microondas comparada con la de un teléfono móvil es de un millón de veces superior. Sabemos a qué niveles se producen efectos biológicos y los teléfonos móviles trabajan a intensidades muy inferiores, como así regula la ICNIRP. Los estudios en los que se describen esos posibles efectos, reciente y no tan recientemente publicados, se han realizado en condiciones de laboratorio a valores de hasta 50V/m, frente a los 0,1 y 1 V/m de exposición habitual. Valores de exposición típica en Europa, determinados tras numerosos trabajos. Por tanto, si vivimos muy por debajo de los niveles a los cuáles sabemos que se producen efectos, ¿por qué esta alarma? Por otro lado, de existir una relación clara entre teléfonos móviles y salud, estaríamos ante una epidemia de casos de cáncer, electrosensibilidad y otros efectos que no se soportan con la evidencia actual, pues no se ha registrado en el mundo, incluso a pesar del incremento brutal del número de dispositivos móviles que, por cierto, cada vez emiten menos radiación.
La última frase, atendiendo a lo expresado en el párrafo anterior, queda sin sentido. No, la evidencia a los niveles habituales y en condiciones normales, no muestra que hay riesgos, si acaso, lo contrario. Aunque es el mantra de los movimientos antiantenas y asociaciones de aquellos que dicen ser hipersensibles a los CEM de radiofrecuencia. Y es que, ni el consejo de Europa ni el gobierno de Francia son, per se, autoridades o fuentes científicas fiables… como no es adecuado citar estudios aislados cuando se cuenta con revisiones sistemáticas y metaanálisis.
Por tanto, termino con el título de su primer texto: “lo que se nos está ocultando” y “su salud puede peligrar” junto con su “dogma conservador”. Basta un paseo por la sección de esta web de “¿Falta información?” para comprobar que la evidencia actual, revisiones sistemáticas y metaanálisis (con sus correspondientes declaraciones de conflicto de intereses), indican que no hay un peligro inminente para salud. Que no sólo no se oculta la información, sino que es pública y que, si acaso, existen intereses por sembrar el miedo y el desconocimiento. Que ese “dogma conservador” como arma arrojadiza a quien defiende la evidencia actual basada en los consensos científicos, revisiones sistemáticas y metaanálisis (no artículos de divulgación, comentarios, artículos sueltos…), hace un flaco favor a la Ciencia y a los científicos, cuestionando su independencia y que muestra un profundo desconocimiento de cómo se está avanzando en este campo. Es, por tanto, irresponsable, basándose en un artículo no especializado como el de The Nation, infundir y lanzar mensajes conspiranoicos de miedo, que alimentan a estos movimientos pseudocientíficos.
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