¿Se puede publicar un “estudio” mal diseñado y lleno de errores en una revista científica?

En este hilo en Twitter ya expliqué hace tiempo cuál es el proceso para publicar un artículo científico en una revista científica de primer nivel, qué controles y qué revisiones se hacen. Pero, ¿el sistema puede fallar? Por supuesto.

La aceptación/publicación por sí sola no aporta ni garantiza Ciencia; no es definitiva por mucho proceso de revisión por pares que haya pasado. Recordemos que los dos pilares fundamentales de la Ciencia son la “reproducibilidad” y la “refutabilidad” y su comprobación, en ocasiones, comienza tras la publicación y difusión de un artículo científico.

La manera más importante y efectiva para comprobar la validez o rigor de un estudio, vendrá de la lectura crítica del texto por parte del resto de investigadores expertos en el tema y no sólo por los revisores, que bien fueron propuestos por la revista/editor o bien por el propio autor (algo que se puede hacer pero cuyo objetivo no es proponer amiguetes sino personas expertas en el tema que revisen y enriquezcan el texto). Y si un científico detecta errores o fallos, puede escribir una carta al editor de la revista explicando y fundamentando todas las observaciones. En algunas revistas, además, ese comentario o “comment” o “reply” pasa por un proceso de revisión por pares que, además, podrán cuestionar las observaciones planteadas al artículo original. De esta manera se garantiza que esa crítica científica estará bien fundamentada y revisada. Incluso el autor original objetivo de las críticas tendrá acceso al comentario y podrá, si lo desea contestar y defenderse.

Pues bien, en marzo de 2021, la revista Environmental Research, que tiene un factor de impacto de 6.498 (muy bueno) y está en el primer decil (entre el 10% de las mejores revistas de la categoría Public, Environmental, and Occupational Health en el JCR, la 16 de 203), publicó el artículo: “What is the radiation before 5G? A correlation study between measurements in situ and in real time and epidemiological indicators in Vallecas, Madrid“. Los autores de este trabajo son Isabel López, Nazario Félix, Marco Rivera, Adrián Alonso y Ceferino Maestú (de este último ya he hablado alguna vez por aquí). Hasta aquí todo normal, hasta que lees el artículo… El número de errores, malinterpretaciones, fallos metodológicos, falta de justificación o uso de fuentes inadecuadas es tal, que no ha recibido ni uno (respuesta de los autores) ni dos (respuesta de los autores) comments, sino tres (sin respuesta, todavía).

Ese tercer comentario surge de varios miembros del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud que decidimos destacar los múltiples errores y fallos metodológicos y que traduzco y publico aquí, directamente del commen publicado, a continuación 👇.

Dado el interés del tema y la controversia sobre los posibles efectos que los Campos Electromagnéticos de Radiofrecuencia (RF-EMF) pueden tener sobre la salud humana, hemos leído con mucho interés el artículo de Isabel Lo pez, Nazario Félix, Marco Rivera, Adrián Alonso, y Ceferino Maestú titulado “¿Cuál es la radiación antes del 5G? Un estudio de correlación entre mediciones in situ y en tiempo real e indicadores epidemiológicos en Vallecas, Madrid” (Lopez et al., 2021). Este trabajo ya contaba con otros dos comentarios que cuestionaban parte del diseño experimental, los resultados y el análisis de los datos (Jalilian et al., 2022; Ramírez-Vázquez et al., 2022). Sin embargo, debido a la repercusión social del artículo original, consideramos relevante destacar otros fallos importantes.

El título se refiere confusamente a la 5G y no justifica el tema principal del estudio. El concepto empleado de “indicadores epidemiológicos” es demasiado general, no informa sobre el objeto de estudio y confunde el concepto de indicador epidemiológico con una serie de síntomas clínicos inespecíficos que se encuentran frecuentemente en la población general.

El resumen incluye términos como “indicadores de salud y mediciones de radiación electromagnética”, que son confusos y no aclaran qué variables se van a estudiar o medir. Tampoco proporciona datos relevantes con tasas, proporciones o porcentajes comparables (estandarizados) y no define el tipo de estudio estadístico. Por el contrario, encontramos varios valores p, pero no ofrecen ninguna información relevante. El resumen también menciona el cáncer, pero el cáncer no es el objeto de estudio, y no se indican los tipos de tumores ni la etiología, lo que resulta confuso y no necesariamente alarmante. Su comparación de una muestra de 268 participantes con toda la población española es completamente inapropiada. Indica que las personas expuestas a los valores más altos de radiación presentan un mayor número de síntomas severos, pero las medidas tomadas y las frecuencias o bandas registradas no están debidamente caracterizadas, o estos “valores más altos de radiación” están relacionados con valores máximos. En conclusión, no aporta información adecuada para entender el estudio realizado, la metodología seguida o las variables analizadas. Los resultados incluidos en el resumen no aportan ninguna información que permita extraer una conclusión adecuada o describir el estudio realizado.

La Introducción no ofrece antecedentes teóricos ni experiencias previas que den cuenta de la metodología elegida ni de los objetivos planteados. El objetivo principal de este estudio era encontrar una posible relación entre la exposición a RF-EMF y algunos “indicadores de salud” como el sueño, el dolor de cabeza y la fatiga. Estos síntomas inespecíficos autopercibidos se recogieron mediante una encuesta autodiseñada y no validada, completada por una muestra de individuos preocupados por estar cerca de antenas de telefonía móvil (estaciones base de telefonía móvil; EPM). Una revisión exhaustiva de los estudios anteriores con objetivos similares, así como de los métodos que permiten la exposición personal en microambientes caracterizado, se espera que, entonces, establezca y justifique un diseño estadístico que permita comparar las hipótesis controlando los posibles factores de confusión. En la mayoría de los casos, las referencias bibliográficas incluidas no guardan relación con las afirmaciones correspondientes que se espera que justifiquen. Por otra parte, se trata de referencias de baja calidad o de revistas no indexadas, o de estudios no recientes. En general, se trata de una selección de referencias interesada, pero mal interpretada (cherry picking).

Algunos trabajos recientes han revisado los posibles efectos de los RF-EMF tomando medidas de exposición personal (Bogers et al., 2018; Bolte et al., 2019; Röösli, 2008; Roöösli et al., 2010b). Además, en los últimos años se han publicado dos revisiones sistemáticas sobre la caracterización de la exposición personal a RF-EMF (Jalilian et al., 2019; Sagar et al., 2018), que no se citan, y que aportan información previa adecuada para comparar o explicar los objetivos planteados o los resultados obtenidos. Otros estudios evalúan la exposición personal en condiciones extremas como grandes eventos con antenas temporales y un público denso (Ramírez-Vázquez et al., 2019a). Ramírez et al. (2019b) caracterizan la exposición personal en la ciudad española de Albacete, o en Albacete y Alcalá de Henares, y toman medidas de exposición de la ciudad completa (González-Rubio et al., 2016; Sánchez-Montero et al., 2017) para proporcionar metodologías y datos en un contexto similar. La mayoría de los estudios sobre la caracterización de la exposición a RF-EMF han utilizado exposímetros personales. Esto significa que la exposición a la banda de frecuencia puede determinarse para un grupo de individuos utilizando pequeños de- vicios y largas sesiones de medición. Roöösli et al. (2010a) proponen un protocolo de medición. En los últimos años se ha adquirido experiencia que ha permitido establecer limitaciones, sesgos e incertidumbres (Bolte, 2016; Bolte et al., 2011), y todo ello se ha conseguido estableciendo y comparando diferentes métodos para analizar y manejar las mediciones (Najera et al., 2020; Röösli et al., 2008).

Por lo demás, el estudio citado de Renke y Chavan (2014) trata de hecho de la medición de los niveles de exposición a la antena telefónica realizada en la India. Fue publicado en una revista no indexada, y no en PubMed o Web of Knowledge. Por lo tanto, no puede utilizarse para afirmar que las radiaciones no ionizantes “podrían afectar al funcionamiento celular y a la fisiología del cuerpo humano en términos que aún se están estudiando, como desencadenar el estrés oxidativo”. Asimismo, la referencia que se hace a Wiedemann y Schütz (2011), publicado en la revista no indexada Wiener Medizinische Wochens- chrift en JCR hasta 2020, pretende justificar la idea, aunque importante, sobre la necesidad de realizar estudios epidemiológicos para contrastar la posible relación entre RF-EMF y salud. El estudio es una revisión narrativa que llega a la conclusión de que no aparecen pruebas, o las existentes son insuficientes, para sugerir que los CEM sean un factor de riesgo para los niños. Esta referencia se utiliza para respaldar un argumento que no se corresponde con el contenido del documento citado.

El texto indica que la Comisión Internacional para la Protección de la Radiación Electromagnética No Ionizante (ICNIRP) ha sostenido la falta de pruebas científicas sobre los posibles efectos de la exposición a los CEM de radiofrecuencia desde 1998, sin indicar que se hayan establecido niveles de exposición seguros para ello, y que estas recomendaciones han sido revisadas recientemente (Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante (ICNIRP), 2020). Este argumento incompleto se utiliza para advertir que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IACR) clasificó los CEM producidos por las estaciones de telefonía base como posibles cancerígenos para los seres humanos (Grupo 2B). Sin embargo, tras leer la nota de prensa, el documento y la monografía de la IARC10 (pp. 405 y 412), comprobamos que no respaldan en absoluto esta afirmación (IARC Working Group on the Evaluation of Carcinogenic Risks to Humans, 2013). Por el contrario, esta monografía afirma: “En conjunto, estos estudios no proporcionan ninguna indicación de que la exposición ambiental a la radiación de radiofrecuencia aumente el riesgo de tumores cerebrales. No se han podido extraer conclusiones sobre el riesgo de leucemia o linfoma por la exposición ambiental a la radiación de radiofrecuencia”. Según la IARC, las pruebas relativas a otros tumores eran engañosas (erróneas o ambiguas). La clasificación 2B se formó de acuerdo con algunos resultados de estudios de casos y controles (Ahlbom et al., 2009; INTERPHONE Study Group, 2010), que asociaron un mayor aumento de gliomas en usuarios que utilizan constantemente teléfonos móviles (esencialmente los de tecnología GSM). Por lo tanto, no es cierto que la IARC clasifique las antenas como carci- nogénicas de tipo 2B. En este contexto, los autores incluyen la siguiente referencia de Havas (2017), que no está relacionada con el objetivo del trabajo, sino que se refiere a especulaciones sobre procesos celulares derivados de la exposición a teléfonos móviles, y no a las antenas. No es un estudio que haya demostrado un mecanismo biofísico, sino que es, por el contrario, una carta al director de una revista con opiniones no basadas en evidencias ni aceptadas por la comunidad científica.

Los autores indican que se han realizado muy pocos estudios para comparar los síntomas percibidos y tomar medidas in situ. Sin embargo, una vez más, las referencias aportadas para respaldar esta afirmación, es decir, Belpomme et al. (2018), Belyaev et al. (2016) y Navarro et al. (2003), no se corresponden con esta afirmación porque ni realizan ni sugieren nada parecido. Sin embargo, existen estudios con un objeto de estudio similar, pero no se citan (Bogers et al., 2018; Bolte et al., 2019; Röösli, 2008; Röösli et al., 2010b).

Se indica el temor a la presencia de antenas y sus posibles riesgos para la salud, pero no están debidamente respaldados ni acompañados de referencias pertinentes. Muchos estudios han evaluado el riesgo percibido o el efecto de la información de los medios de comunicación sobre esta cuestión (Domotor et al., 2019; Szemerszky et al., 2021; Szemerszky y Koteles, 2021; Witthoft et al., 2018; Witthoft y Rubin, 2013). Estas ideas se mezclan con el número de líneas de telefonía móvil en el mundo o el acceso a Internet se compara con tener acceso a la electricidad o al agua corriente, lo cual es completamente irrelevante en este contexto.

Para justificar la necesidad de realizar estudios que evalúen estos “indicadores de salud”, se aplica la referencia a Ro ̈o ̈sli et al. (2010a) que, como se ha explicado anteriormente, propone un protocolo para realizar mediciones con exposímetros personales. Aunque se ha utilizado para normalizar la metodología en muchos estudios que evaluaron la exposición, no se explica ni se aplica en el trabajo. Más bien al contrario, porque hace referencia al procedimiento del CENELEC, pero sin aplicarlo en el estudio. Más adelante indica que este procedimiento no es adecuado, pero no aporta ninguna justificación ni discusión para afirmarlo. Sin aportar pruebas adecuadas que justifiquen la metodología, los estudios previos similares, las estrategias verificadas o las experiencias pasadas, la Introducción termina afirmando que “la mayoría de los estudios” que evalúan los efectos sobre la salud incluyen parámetros relacionados con el cáncer, pero no incluye ninguna cita que respalde esta afirmación. No obstante, continúa insinuando una posible relación aportando datos de incidencia de cáncer en España con datos globales, pero sin separar en tipo de tumor o su etiología.

Aunque la falta de justificación del estudio en la Introducción es evidente, las principales limitaciones del trabajo aparecen en su diseño metodológico propuesto. No se explica el tamaño de la muestra elegida ni el diseño de la encuesta. Lo mismo puede decirse de los criterios de inclusión o exclusión aplicado a los individuos participantes y del análisis estadístico propuesto. No se explica la metodología seleccionada para realizar las mediciones de los niveles de exposición a los CEM. Además, no se tienen en cuenta los riesgos de memoria de los participantes, las enfermedades previas o un posible sesgo del entrevistador debido al conocimiento de la exposición o de un problema de salud.

La metodología propuesta no tiene en cuenta el control de los posibles sesgos de selección o de confusión que pueden llevar a sobreestimar o subestimar la asociación real. Este sesgo de confusión puede dar lugar a una asociación no causal entre las variables a estudiar o a no observar una asociación real dado el efecto de una tercera variante no controlada. La encuesta presentada no ha sido validada, lo que no hace sino poner de manifiesto las limitaciones y sesgos metodológicos.

El estudio se realizó siguiendo la demanda de un grupo activista asustado, lo que hace plausible pensar que los participantes (vecinos de la zona) conocían los objetivos del estudio. Los participantes que viven cerca de las instalaciones telefónicas podrían sobreestimar los síntomas incluidos en la encuesta. No se han tenido en cuenta variables alternativas a los CEM, como la edad, el estar desempleado, el trabajo, la situación de su familia, las enfermedades previas, la actividad física, las exposiciones laborales, etc. Al no haberse incluido, no se puede descartar que las asociaciones observadas se deban a estas variables y no a los CEM.

Los síntomas indicados en la encuesta tienen un marcado componente subjetivo, lo que dificulta su cuantificación y visibilidad. Se destaca uno de ellos, el de la “inestabilidad”, por ser vago e impreciso, y no estar debidamente explicado. Diferentes encuestas con una metodología estandarizada comparable, como las realizadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) o el Ministerio de Sanidad de España de 2017, aportan información sobre enfermedades crónicas o de larga duración. La Encuesta Europea de Salud de España de 2020 indica que las personas mayores de 15 años pueden tener problemas de salud crónicos, y pueden diferir entre hombres y mujeres (Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, 2020).

La metodología de medición propuesta en el documento no está justificada, no ha sido referenciada previamente y no está debidamente detallada. Las medidas de exposición se han realizado en una serie de puntos de diferentes lo- caciones en dos zonas, una “zona de control” y una “zona de estudio”, cuyos criterios de selección o deliminación no se indican, y lo mismo puede decirse de su selección de puntos de medida. Las mediciones se basan en el registro de los valores máximos tomados en 10 minutos durante dos períodos de 3 horas. Los autores no detallan el tipo de CEM ni el rango de frecuencias estudiado. Esto complicaría su replicación y, al no basarse ni compararse con experiencias anteriores, su diseño es propio de sus autores.

Además, la duración aplicada en la toma de medidas por parte de los autores está muy limitada a dos horarios de 3 horas. Estos periodos tienen lugar durante dos periodos distantes en el tiempo entre 2018 y 2019. Los autores no explican los posibles impactos que estas diferencias temporales podrían tener en sus resultados. El empleo del valor máximo es inadecuado para la marcada variabilidad espacio-temporal de los RF-EMF. Este valor no representa la exposición personal y no se indican todas las frecuencias. Así, las mediciones deben ofrecer valores muy variables, y en diferentes frecuencias y puntos distintos, lo que dificulta su estudio, comparación o gestión. Otro aspecto relevante es cómo se utiliza la media. El documento no explica cómo se ha calculado y ofrece un valor medio para todas las bandas de frecuencia. Al no discriminar por banda de frecuencia, se desconoce la contribución de cada banda. Como suele ocurrir en estudios anteriores, esto puede llevar a que una banda, o varias bandas, contribuyan más que otras, y sólo observaríamos un máximo esporádico. Otra forma habitual de presentar estos datos es mediante percentiles, que proporcionan información sobre la distribución de los datos registrados.

El nivel de exposición de muchas bandas de frecuencias suele estar por debajo del valor umbral de medición del desarrollo. Esto se conoce como no detección. Este valor suele ser el valor mínimo de medición del aparato y debe ser procesado adecuadamente porque condiciona el estudio. Tanto Roöösli et al. (2008) como Najera et al. (2020) recomiendan y comparan diferentes técnicas, que deben tenerse en cuenta al analizar dichos datos. El documento no indica que se hayan procesado estos datos ni qué porcentaje de ellos se ha registrado.

Otro apartado de la metodología con algunos puntos débiles y limitaciones importantes es el análisis estadístico de los resultados empleado. El uso persistente de la significación estadística en exceso (valor p), sin considerar las pruebas estadísticas utilizadas, no da cuenta de un posible hallazgo científico. Por ello, su interpretación debe realizarse y apoyarse en un razonamiento científico, y no en un simple índice concluyente (Halsey et al., 2015; Wasserstein y Lazar, 2016). Este hecho salta a la vista en el documento porque el análisis estadístico no justifica la metodología aplicada. El trabajo tampoco ofrece ningún dato sobre la bondad de ajuste del modelo binomial o multinomial, la razón de verosimilitud, o el error estándar o el modelo utilizado. Tampoco estudia las posibles interacciones entre las variables. Por último, el pequeño tamaño de la muestra del estudio y el limitado número de problemas de salud, así como algunos de los sesgos mencionados, podrían haber dado lugar a asociaciones con estimaciones del efecto (odds ratio) excesivamente grandes; por ejemplo, superiores a 10, que son bastante improbables.

Un ejemplo de no controlar las variables de confusión se encuentra en la Figura 3 del estudio. Como ya se ha mencionado, los autores no explicaron por qué se eligieron las zonas de control y de estudio, ni por qué la zona de control está incluida en la zona de estudio. Una de las fuentes de radiación, como se refieren los autores, está muy cerca de la carretera de Valencia, donde el tráfico es denso, y la contaminación vial, atmosférica y acústica es la causa reconocida de muchas dolencias y enfermedades (Health Effects Institute, 2010). Por el contrario, la zona de control no está cerca de esta carretera, con árboles que bordean las casas. Esta zona se encuentra frente a un gran parque urbano. Los factores de exposición a zonas verdes tienen efectos protectores bien conocidos sobre la salud. Los autores no indicaron la dirección de los haces principales de las antenas, ni si éstas se encuentran en las zonas circundantes. Por ejemplo, si nos movemos en línea recta unos 220 m hacia el sur, una antena está más cerca de algunas viviendas que las antenas consideradas en la zona de estudio (https://geoportal.minetur.gob.es/VC TEL/detalleEstacion.do?emplazamiento=70939).

La forma de presentar los resultados es confusa y nada clara. Aparecen algunos errores en la notación de los decimales, y se mezclan las notaciones en español e inglés, es decir, se utilizan “.” y “,” para indicar los decimales. En otros lugares, se mezclan las unidades y los números de cifras significativas, con mezclas de dos, tres y hasta cinco. La misma magnitud (frecuencia) se expresa con un número diferente de decimales significativos en las tablas 2 y 4, lo que implica un desconocimiento de la incertidumbre de la medida. La densidad de potencia de las distancias del campo lejano debería disminuir en el espacio libre como la inversa del cuadrado de la distancia, y no como la inversa de la distancia como señala el texto. Por tanto, esta afirmación no es teóricamente adecuada, y no está empíricamente validada con un gráfico de bandas que muestre la evolución de la densidad de potencia con la distancia. Estos errores también han sido comentados por Ramírez-Vázquez et al. (2022).

Los autores establecen tres niveles de exposición (bajo, medio y alto), pero no indican su razón para hacerlo ni proporcionan ningún tipo de discusión técnica o apoyo científico para ello. La categoría de exposición alta incluye valores de hasta 5311 μW/m2. Este valor corresponde al límite de la ICNIRP de 0,0538%, que no parece estar bien justificado y puede llevar a los lectores a conclusiones erróneas.

El texto hace referencia a datos que no coinciden con los que se encuentran en las tablas. Por ejemplo, los valores que aparecen en la tabla 2 para la frecuencia de 1810,47 MHz son 3,670 μW/m2 (media [μW/m2]) y 278.000 μW/m2 (pico máximo [μW/m2]), que no coinciden con los valores del texto. Asimismo, el valor 3593,12 μW/m2 a una frecuencia de 943,97 MHz no aparece en la Tabla 3 porque, en su lugar, aparece un valor de 3593,116 a una frecuencia de 927,14 MHz. Además, el valor que aparece en la Tabla 3 a una frecuencia de 5495,24 MHz es de 3095,215 μW/m2, y no de 3100 μW/m2. La frecuencia de 2155,40 MHz y su densidad de potencia media y máxima asociadas no aparecen en la Tabla 2. Para entender mejor el artículo, sería conveniente que los autores identificaran las frecuencias medidas en la Tabla 2 y la Tabla 3 con los servicios prestados (LTE, UMTS, GSM, etc.). En la Tabla 3, las frecuencias de 5217,62 MHz y 5495,24 MHz no se corresponden con los servicios de telefonía móvil ofrecidos en España. Los valores medios y máximos proporcionados se han calculado entre 700 MHz y 6 GHz. Por lo tanto, cuando se presentan los valores máximos, este rango incluye las bandas típicas del servicio de enlace descendente, DECT o Wi-Fi de los hogares. Así pues, este valor medio podría mostrar la exposición relacionada con otros servicios distintos de los estudiados. Por lo tanto, convendría hacer una descripción de los sistemas de comunicación instalados en los lugares y hogares. El valor máximo de exposición personal es de 13.000 μW/m2, que representa el 0,32% del valor máximo establecido por la ICNIRP (4,05 W/m2) en la frecuencia de 809,365 MHz, lo que no es tan alarmante como parecen sugerir los autores. Hay otra falta de uniformidad que dificulta la comprensión de algunas variables. Es el caso del valor máximo permitido para España, indicado en la introducción, de 450 μW/cm2, pero hay que prestar atención a la diferencia de unidades: cm2, y no m2. Si expresamos el valor máximo en las mismas unidades, este valor máximo se convierte en 1,3 μW/cm2. También parece que se ha intentado aumentar de forma significativa y artificial el riesgo percibido de los RF-EMF.

La tabla 7 muestra varios valores inverosímiles para los datos sobre los síntomas estudiados. Por ejemplo, con el dolor de cabeza y su relación con las exposiciones medias/altas, se ofrece el mismo intervalo de 2,13-16,68 a pesar de los diferentes valores de OR. Algo similar ocurre con la variable “mareo”, que presenta un valor p significativo para una OR de 2,59 para la exposición media, pero uno no significativo con una OR de 0,96 para la exposición alta. Por todo ello, las estimaciones resultantes de los modelos de regresión binomial de este estudio no son muy precisas y los intervalos de confianza son demasiado amplios. Se hacen demasiadas comparaciones. Los autores afirman haber realizado 18 estudios; es decir, 18 comparaciones de hipótesis, y cada comparación tiene una probabilidad de obtener un resultado falso positivo de 0,05; entonces la probabilidad de obtener un resultado falso positivo en las 18 comparaciones será de 0,05⋅18 = 0,9. En resumen, un 90% de probabilidad de una de las asociaciones estadísticamente significativas que corre- sponden a un falso-positivo: una no asociación entre la exposición y el síntoma. Lo mismo puede decirse de la variable “el ejercicio me cansa”. Por último, no se explica el amplísimo intervalo 5,19-891,6 para el número de horas de sueño al día.

Otro aspecto relevante es el cálculo vago y general de la incidencia del cáncer en la zona de estudio, que resulta más interesante cuando la densidad de población se determina mediante un cálculo especulativo basado en la hipótesis del número de viviendas y el número de personas que viven en cada una.

La discusión no explica estas contradicciones. Este apartado también presenta importantes limitaciones e imprecisiones, ya que no se cuestiona la metodología, los resultados obtenidos o el porqué de determinadas interpretaciones. En la Discusión se indica que este trabajo no puede compararse con otros estudios porque la metodología es diferente, pero no se insinúa el porqué de su selección o diseño. Afirma que la metodología propuesta por el CENELEC no es adecuada, pero no explica la ventaja de la metodología presentada en el trabajo. Así, la cita de Fields and EMF, 2019 es incorrecta. Entendemos que se refiere a un artículo de referencia publicado por Alicja Bortkiewicz (2019) y que coincide con las especulaciones expuestas en el informe de la Bioiniciativa, científicamente inadecuado, lo que no ayuda a dar una explicación en el apartado de Discusión del estudio, y sólo implica una nueva incoherencia.

Hay otras referencias incoherentes a la posible importancia de la exposición en interiores con redes Wi-Fi. Para ello, Lo ́pez el at. citó el estudio de Foster y Moulder (2013), pero interpretó erróneamente las conclusiones de Foster y Moulder. Estos autores señalan que “Aunque varios estudios informan de efectos biológicos debidos a exposiciones de tipo Wi-Fi, las limitaciones técnicas impiden extraer conclusiones de ellos sobre los posibles riesgos para la salud de la tecnología”. Asimismo, el trabajo cita a Gajsek et al. (2015) para referirse a este tipo de redes, y determina que para contribuir a la exposición completa a RF-EMF, el Wi-Fi representa el 82%. Sin embargo, los autores no diferencian este tipo de radiación, y proporcionan valores máximos o de pico. Por lo tanto, es imposible saber qué proporción de la radiación proviene de estos servicios y por qué no se considera, como se mencionó anteriormente.

Otro error en las citas aparece cuando se hacen dos a Bürgi et al. (2008) y (2010), pero sólo se incluye este último en la bibliografía. En cualquier caso, ambos estudios presentan modelos para determinar la radiación, y no mediciones experimentales. En el texto se indica que los resultados obtenidos se ajustan a lo que proponen estos estudios, y se menciona la dependencia de la dirección, que no se indica con detalle ni se comenta. Así, parece que la distancia a una antena no sería relevante para los síntomas y la exposición a la radiación, y podría evidenciar que la selección de las zonas de estudio no es adecuada. Lamentablemente, este aspecto tampoco se discute.

Sobre la posible relación entre la exposición y los síntomas, la falta de control en la metodología condiciona cualquier tipo de asociación que no haya sido controlada, como se ha mencionado anteriormente. En el texto se indica que otros estudios también han confirmado la existencia de una relación entre algunos síntomas inespecíficos y la exposición a RF-EMF (Breckenkamp et al., 2012; Bürgi et al., 2008; Foster y Moulder, 2013; Ro ̈o ̈sli et al., 2010a), pero ciertamente no permite concluir o dar cuenta de esta afirmación. Por el contrario, los trabajos de Abdel-Rassoul et al. (2007) y Hutter et al. (2006), que concluyen sobre posibles efectos, incurren en sesgos y limitaciones metodológicas similares a las encontradas en este estudio.

Para terminar, el apartado de Conclusiones incluye reflexiones y opiniones, más que verdaderas conclusiones basadas en datos o resultados. Aparecen detalles de posibles asociaciones con síntomas que, en términos de exposición, no están probados ni normalizados. Cuestiona la metodología del CENELEC, pero no la utiliza ni la evalúa. A la inversa, el estudio se basa en una propuesta propia que aún no está justificada. En definitiva, las conclusiones no se ajustan a los objetivos planteados, sino que incluyen referencias irrelevantes al cáncer o a la 5G. Estas afirmaciones y su posible relación con la aparición de la 5ª generación de telefonía móvil han provocado muchas reticencias y temores infundados en la sociedad.

👆 Pues este ha sido el comment publicado. Un análisis crítico y argumentado de los defectos, manipulaciones, malas interpretaciones, malas intenciones, selección de fuentes sesgada o errónea, presentación de datos con múltiples errores, metodología no justificada, conclusiones no fundamentadas, opiniones, etc. de este “estudio” que es un ejemplo de lo que no se debe hacer en Ciencia.