Este es el llamativo y, permíteme, poco científico, título de un artículo publicado recientemente en Environmental Research por Martin L. Pall (disponible on-line desde marzo de 2018) y que en cuanto tenga un rato, merecerá un “comment” al editor de la revista. Atendiendo al título del artículo de Pall, parece claro que la WiFi de tu casa podrá matarte en breve ¿o no? La revista es de las buenas. Es una Q1 (posición 44 de 216 en la categoría de Environmental Sciences del JCR) y el autor también tiene impacto con numerosas publicaciones. Entonces ¿moriremos todos por la WiFi? Bueno, analicemos el artículo, pues sobre niveles de exposición a WiFi ya hablé en esta otra entrada: “WiFi, WiFi, WiFi, ¿tienen WiFi?“
En el artículo se hace una extraña revisión desordenada que tiene sorprendentes errores de bulto para que se lo hayan colado a una revista como Environmental Research. No se indica que sea una revisión sistemática, sino un artículo no basado “on anecdotal reports but rather on 23 controlled, scientific studies”. Así que no se indican criterios de inclusión o exclusión, por lo que realmente no se presenta ni tan siquiera una metodología, sino esos artículos científicos que el autor ha tenido a bien elegir.
Hace una revisión de 7 posibles efectos de la radiación de radiofrecuencia de 2,4 GHz (WiFi), a saber: daño sobre ADN, efectos sobre esperma y fertilidad, efectos neurológicos y neuropsiquiátricos, apoptosis o muerte celular, sobrecarga de los canales de calcio, efectos endocrinos y estrés oxidativo. Como he indicado, al no tener criterios de inclusión y exclusión ni metodología, Pall incluye aquellos artículos que son adecuados para su tesis, lo cual no es correcto porque, obviamente, está sesgado y hace un análisis parcial claramente interesado. Es evidente, desde el título, cuál el su interés. Incluso indicar que no se trata de “anecdotal reports” sino en estudios científicos, ya es sorprendente. Como sorprendente es que en los dos primeros párrafos se comentan, por un lado un error al indicar que la frecuencia de 5 GHz está reservada para un futuro posible uso en WiFi, cuando lo cierto es que es una tecnología que usamos desde 2013 en nuestras WiFi de casa y, por otro lado, cita dos trabajos como fruto del trabajo de la industria para transmitir que no hay ningún efecto de las WiFi sobre la salud. El detalle llamativo es que, si bien uno de ellos es una revisión sistemática (Foster and Moulder, 2013), el segundo es un artículo de opinión de “The Baltimore Sun”, un periódico (no accesible desde España). Sí, un periódico al mismo nivel que una revision sistemática en Health Physics (revista Q2 en la categoría de Nuclear Science and Technology del JCR).
Tres ejemplos para ilustrar fácilmente que el abordaje no es correcto: se incluyen artículos de 1971, por ejemplo, que se comparan con estudios de 2018 (casi todos del propio Pall, alguno que no está publicado todavía) lo cual no es adecuado, pues si se tratara de una revisión seria sobre los últimos hallazgos y novedosa, se deben acotar las fechas de búsqueda y se debe ser cuidadoso con las autocitas (8 del propio Pall citadas 28 veces a lo largo del artículo). Además, para justificar los 7 efectos estudiados (Tabla 1 del artículo) se incluyen 42 citas aunque realmente muchos artículos duplicados que valen para varios efectos, porque en realidad son 23. Por último y lo más importante, se mezclan estudios con abordajes diferentes que deberían tratarse con cuidado: estudios in vitro e in vivo, que se mezclan con estudios en células, en animales y, muy pocos, en humanos.
Veamos qué evidencias se ofrecen para justificar el artículo y, por tanto, el título del mismo. En el caso de los efectos sobre esperma e infertilidad, puesto que estamos hablando de “una importante amenaza sobre la salud humana”, se deberían incluir exclusivamente efectos en humanos (o células humanas), pero de los 8 artículos citados en este apartado, sólo 1 fue en un humanos y se trata de una publicación en una revista Q4 de un estudio que se basa en cuestionarios anónimos. No es un estudio adecuado para concluir nada sobre el posible efecto de la exposición a WiFi en humanos pues no se controla ninguna otra variable (alimentación, contaminación atmosférica, antecendetes, patologías previas…). Para más inri, la muestra se obtuvo de una clínica de infertilidad y no hay grupo control. El resto son experimentos in vitro, o en animales en condiciones de laboratorio y alejadas de la realidad.
Lo mismo, o peor, pasa en cuanto a los efectos de estrés oxidativo. Los 11 artículos citados son en ratas o in vitro, ninguno en humanos.
Seguimos con los efectos neurológicos. Se incluyen 5 estudios, 4 en ratas y 1 en humanos, en una revista Q4 y en la que se dispuso de una muestra de 30 personas, 15 hombres y 15 mujeres, en el que querían mostrar diferencias entre sexos ante la capacidad de atención lectora en presencia de WiFi. No se controlan otras variables como el cansancio, por ejemplo. Además, los experimentos se hicieron en una jaula de Faraday en vez de una cámara anecoica. la diferencia es que la primera puede actuar como resonador al reflejar la señal en las paredes y la segunda, no. En fin, ¿sigo? Esta es la evidencia más potente que aporta Pall sobre efectos en humanos.
En cuanto apoptosis, se incluyen 4 estudios, 3 en ratas y 1 in vitro, con células humanas en el que encuentran diferencias pero sólo si la exposición se realizaba a distancias menores a 10 cm de las células que fueron irradiadas durante 1 hora, sin indicar los valores de exposición alcanzados. Entre 20 y 30 cm indican los propios autores que no hubo diferencias e indican que a más de 10 cm sería suficiente para proteger las células (ya de humanos hablaríamos otro día).
Sobre efectos sobre DNA sólo se incluyen 3 estudios, ninguno en humanos y todos ellos incluidos ya en secciones anteriores. Lo mismo ocurre con la sobrecarga de los canales de calcio, se incluyen 3 estudios ya citados anteriormente. Y, por último, en cuanto a los efectos endocrinos de los 3 artículos citados sólo 1 es nuevo con respecto a los incluidos en los apartados anteriores y, sorprendentemente, tampoco es en humanos, sino en conejos.
Se incluyen otros efectos en los que o bien se vuelven a citar artículos citados anteriormente, o bien son en animales, ninguno, nuevamente, en humanos.
No acaba aquí el despropósito. A continuación, Pall incluye una Tabla 3 con artículos de todo lo que ha pillado por ahí, desde 1971 o 1973 a muchos suyos (casi todas las citas en el texto, 28 son a sus propios trabajos). Estos trabajos, que incluyen revisiones y metaanálisis son sobre efectos de radiaciones electromagnéticas, en general de móviles, que nada tienen que ver con la WiFi, pero que le vienen bien. Casi todos los trabajos son, nuevamente, in vitro y en animales, prácticamente ninguno es en humanos, pero le permite desarrollar una serie de apartados para concluir con otra tabla en la que proporciona “probables” que no “posibles” mecanismos que justificarían sus tesis, esta vez prácticamente sin aportar evidencia alguna que sustente su objetivo.
El artículo alerta, por tanto, de los peligros de las WiFi en HUMANOS, y en seguida será citado en todas las páginas de hipersensibles y movimientos antiantenas y antiwifi, cuando debería hablar de radiación de radiofrecuencia de 2,5 GHz. ¿Por qué digo esto? ¿Acaso no es lo mismo radiación de 2,5 GHz y radiación WiFi? Pues sí, pero no. Porque la intensidad a la que se han realizado los estudios citados y en las condiciones en las que se han hecho, distan mucho de lo que podría ser una WiFi normal de tu casa o de un colegio. He ahí la trampa y la maldad e interés del título y de, por tanto, el artículo. Piensa en la luz de una bombilla de 60W de tu casa que no te dejará ciego si la miras unos segundos. Pero si hago experimentos con focos de 5000W y se los pongo a ratas 24 horas al día durante 1 mes causándoles, probablemente no sólo ceguera, sino la muerte. ¿Podría concluir que “la luz visible, como la que emiten las bombillas de tu casa, dejará ciega a la población del planeta”? No. Debo contar en qué condiciones se ha hecho el experimento y pensar si son trasladables esos resultados a humanos y en qué condiciones.
Así, Pall y otros autores similares como Hardell, Carpenter o Sage (todos relacionados a través del informe Bioinitiative o EMF-scientist, sí otra vez), hace estas pseudorevisiones que están regular por no decir que mal, pues hablan de “WiFi” en general o se atreven a decir “efectos de la WiFi en humanos” en vez de hablar de lo que verdaderamente tratan: “campos electromagnéticos a 2,5 GHz en condiciones de laboratorio y en animales o in vitro” con lo que la confusión en obvia. No deja claro que se trata de experimentos de laboratorio, con ratas o células a niveles de exposición elevadísimos. Al hablar de WiFi, como decía, parece que es la de tu casa pero los niveles de los experimentos incluidos están muy por encima de lo que tenemos en el salón. Además, nuestras células no están en un cultivo a 5 o 10 centímetros de la antena… porque, además, tenemos la piel que reflejará casi toda la señal.
Las conclusiones no son menos alarmistas: “In conclusion, there are seven repeatedly found WiFi effects which have also been shown to be caused by other similar EMF exposures. Each of the seven should be considered, therefore, as established effects of WiFi”.
¿Cuál es el objetivo del artículo? Pues realmente, lo que hace el autor es intentar rebatir el artículo de Foster and Moulder (2013) en el que realizaron, ahora sí, una revisión sistemática seria y con una metodología clara y objetiva de inclusión y exclusión. Cabe destacar que este estudio se financió con fondos de la WiFi Alliance y el Mobile Manufactures Forum, pero que ninguna de estas organizaciones participó en la investigación ni tuvieron conocimiento de los contenidos o conclusiones del estudio (se llama declaración de intereses, por lo que uno hace una lectura aún más crítica si cabe). Las conclusiones son claras. en condiciones normales no se han demostrado efectos sobre la salud. Alertan de que los estudios sobre efectos biológicos son variados, con metodologías variadas y recomiendan estudios en condiciones in vivo. Alertan sobre los efectos de un mal uso de dispositivos móviles e inalámbricos por cuestiones de seguridad en la red, sobre todo de los niños, o al conducir mirando el móvil (que no es moco de pavo), más que de los efectos potenciales causados por la radiación de los dispositivos.
Por tanto, el título del trabajo de Pall induce a error y no es, para nada, adecuado. Tan sólo 2 estudios de los 23 estudios incluidos fueron en humanos y son de muy baja calidad, ¿es adecuado, por tanto, decir en el título que la WiFi es una amenaza importante para la salud humana? No, rotundamente no, pero ¿cuánto tardaremos en encontrar este artículo en webs de hipersensibles, la contra de La Vanguardia o webs de pseudoexpertos o pseudofundaciones? Contando… 3, 2, 1…
Actualización 1: Environmental Research ha aceptado un comment mío al artículo de Pall.