Hace unos días, estuvimos con un oncólogo clínico del Hospital General Universitario de Albacete coordinando unas sesiones que impartimos en el Máster de Biomedicina Experimental de la UCLM en la asignatura “Aplicación de radionúclidos en investigación biomédica”. Cuando terminamos de organizar contenidos, sesiones y demás, estuvimos hablando de posibles puntos de encuentro para poder desarrollar algún proyecto de investigación. En un determinado momento, nuestro compañero médico dijo “bueno, habrá que ver cuánto tiempo lleva expuesta esa persona a la radiación de una antena; lo mismo lleva viviendo debajo 20 años”.
No es extraño, o al menos ya no me sorprende, que un médico o cualquier persona, piense que cerca o debajo de una antena estaremos más expuestos. Es de sentido común ¿verdad? También podría ser de sentido común pensar que si yo voy en un velero navegando a cierta velocidad, me subo a un mástil y desde lo alto dejo caer una pelotita, ésta no caerá en la base del mástil, sino que puesto que el barco está en movimiento, mientras la pelotita alcanza la cubierta, éste habrá avanzado y la pelotita caerá unos centímetros o unos metros más atrás, dependiendo de la velocidad del barco. Alguno pensará que estoy equivocado, dado que la pelotita viaja en el barco y avanza en conjunto y a la misma velocidad. Por inercia, la pelotita, vista por un observador en la orilla, no caerá describiendo una recta vertical hacia abajo sino que irá avanzando y cayendo al mismo tiempo. Todo esto, suponiendo un mínimo rozamiento con el aire. Aristóteles pensaba lo primero, Galileo lo segundo. Galileo realizó el experimento, Aristóteles sólo se lo imaginaba, demostrando que la pelotita caerá en la base del mástil (también mostró que, en ausencia de rozamiento con el aire, los objetos caen a la misma velocidad a la Tierra, independientemente de su masa, en contra de la creencia aristoliana en la que los objetos pesados caerían más rápidamente que los ligeros).
Con todo esto quiero indicar que, para llegar a una conclusión, no basta con que yo imagine, piense o, peor, crea. Debemos investigar y experimentar. A pesar de que los anticientíficos piensan que la Ciencia es algo establecido y que es muy difícil cambiarla, están totalmente equivocados pues uno de sus pilares es su “provisionalidad”. Todo es provisional y susceptible de ser cambiado si las evidencias así lo indican. Por eso seguimos avanzando.
Antes de responder a la pregunta de si recibiremos más o menos exposición de una antena dependiendo de la distancia a la que nos encontremos, debemos explicar cómo emite una antena de telefonía; debemos analizar su emisión en tres dimensiones. En la imagen anterior se muestra un mástil con tres pantallas situadas a 120º cada una. Las antenas de telefonía móvil no emiten en todas direcciones (omnidireccional) sino que focalizan o dirigen mucho su señal en un haz más o menos plano (se abre tan sólo entre 5 y 10º en la vertical) que no cubre 360 grados alrededor, sólo se abre entre 90 y 120 grados en la horizontal. Por eso, cada mástil suele soportar diferentes pantallas que lanzan ese haz hacia una zona o área determinada, consiguiendo en su conjunto esa cobertura en múltiples direcciones (bueno, a veces sólo interesa focalizar una zona y algunas antenas sólo tienen una pantalla emisora). Tampoco emiten hacia abajo ni hacia arriba, por eso, si te fijas en esas pantallas blancas que forman las antenas, éstas están un poco inclinadas hacia el suelo para dirigir esa señal hacia la superficie. Pero tampoco están apuntado del todo hacia abajo, sino que esa inclinación es muy leve. ¿Por qué? Porque lo que se pretende es cubrir la mayor superficie posible para aumentar el área de cobertura. Si la antena apuntara directamente hacia el suelo, sólo daría cobertura a un área muy reducida y cercana a la antena, lo que no sería rentable.
En estas imágenes se ilustra cómo se distribuye el haz de cada pantalla en vertical y en horizontal:
Si te fijas en la primera, comprobarás que se puede dar la paradoja de no tener cobertura estando muy cerca de la antena. El haz no alcanza el suelo hasta al menos 50 o 300 metros de la antena. Además, si atendemos al patrón horizontal, o estamos justo frente a la pantalla o no recibiremos el haz principal. ¡Y hay más cosas! En las figuras, la intensidad y los colores de los haces representados cambian, cuanto más lejos son más claros, esos tonos o colores representan la intensidad. Se ilustra pues, que a medida que nos alejamos de la antena, la intensidad decae rápidamente (exponencialmente). Podemos hacer un cálculo aproximado que es dividir la intensidad inicial por el cuadrado de la distancia a la que nos encontramos. Así, si una antena emite 1000 microvatios por centímetro cuadrado (estaría emitiendo más del doble de la exposición permitida para una persona) justo a la salida de la pantalla emisora, si nos alejamos de ella 10 metros, la intensidad habrá decaído un factor 100 (el cuadrado de 10) y por tanto, por física elemental, la intensidad que podríamos recibir a esa distancia sería, como máximo, de 10 microvatios por centímetro cuadrado. Este valor es entre 20 y 40 veces inferior al establecido como máximo recomendado por la Agencia Internacional de Protección ante Radiación No Ionizante (ICNIRP), que varía dependiendo de la frecuencia de la radiación. Para telefonía móvil está establecido entre 200 y 400 microvatios por centímetro cuadrado. En Castilla-La Mancha el valor legal se estableció, sin ningún criterio científico, en 10 microvatios por centímetro cuadrado, justo el valor que tendríamos a 10 metros en condiciones ideales. Pero es que además, la normativa, establece que no se puede estar a menos de 13 metros de una antena (en el haz principal), con lo que ya se está fijando un factor 160 (13 al cuadrado) de seguridad. Además, hay que tener en cuenta que las antenas no dirigen su haz principal hacia las casas (porque apantallarían o interferirían en la señal) ni hacia abajo (porque darían cobertura a una zona muy reducida). En la siguiente gráfica se compara el nivel de exposición si tengo visión directa de la antena o no.
Llego, al fin, a la pregunta. Entonces ¿antenas cerca o lejos? Pues realmente daría igual, pues a las intensidades que trabajan y a las distancias a las que se encuentra la gente, los niveles son tan bajos que pensar en una relación con la salud es, cuanto menos, improbable. Así que la respuesta que yo daría es “cuantas más mejor” pues si lo que queremos es reducir la exposición, lo que necesitamos son muchas antenas. Este número no sólo depende del área a cubrir sino también de la densidad de población de la zona.
La típica reclamación de los movimientos antiantenas de retirarlas o alejarlas, sólo evidencia un profundo desconocimiento sobre su funcionamiento, además de no tener ninguna lógica o justificación científica. Los estudios no han encontrado una asociación ni una prevalencia mayor de ninguna patología alrededor o en las cercanías de una antena de telefonía (entre ellos un trabajo desarrollado por nuestro equipo publicado en Environmental Research, revista Q1 en su categoría con un IF de 3,85). Lo que ocurre es que si alejamos las antenas estaremos obligando a nuestros terminales a incrementar la intensidad. Si yo tengo que hablar contigo podré hacerlo a una intensidad (volumen) normal si te tengo a mi lado, pero si te vas al otro lado de la calle o a la otra punta del barrio, tendré que hablar a gritos. De esta manera, nuestro terminal tendrá que “gritar” más si la antena está alejada, algo que repercutirá en la exposición de nuestra cabeza, pegada a la antena del móvil y sobre la batería del terminal, que durará mucho menos al necesitar más energía para hacer llegar la señal. Esto lo hemos comprobado todos, cuando hemos ido a una zona donde no hay cobertura: la batería del móvil dura poquísimo. En la siguiente gráfica muestro el efecto sobre la calidad (cobertura) si en vez de quitar la antena, reducimos su potencia de emisión. Se ve claramente que una pequeña bajada de la potencia implica una pérdida muy grande en la calidad de la señal, por lo que el móvil, que es el que nos pegamos a la cabeza, tendrá una vez más que que “gritar” para poder comunicarse conveniemente con la antena que ha reducido su potencia de emisión.
Así que, en definitiva, si deseo vivir en un lugar con poca radiación de antenas, me mudaré justo debajo de una de ellas, pero no tendrá sentido (que no lo tiene) a menos que tenga otra antena que cubra esa zona proporcionando cobertura. Si no fuera así, mi móvil emitiría más y le duraría menos la batería. Si me preocupa la salud de mi famila, puedo dar un consejo, yo viviría en una zona donde no hubiera contaminación atmosférica, lejos de los coches, les daría mucha fruta y verdura (no es necesario que sea ecológica) y nada de tabaco ni alcohol, y no me preocuparía de la situación de las antenas. Animo a los movimientos antiantenas a que defiendan ferozmente la salud de sus familias y en la próxima manifestacion o concentración, se olviden de las antenas y reclamen menos contaminación, más limitaciones al tabaco, más impuestos al alcohol, reducción del tráfico rodado, más control de la contaminación atmosférica, más impuestos a las bebidas azucaradas, promoción de una alimentación saludable en niños (meriendas lejos de los bollos y las galletas, cerca de las frutas), etc. y, ya puestos, muchas más antenas.
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